miércoles, 31 de julio de 2013

Educación emocional: aprender a ser inteligentes con las emociones.

Lo primero resaltar la importancia de la educación emocional desde el nacimiento y hasta el final de nuestras vidas. Nacemos con un potencial que nos permite percibir el mundo mediante un sistema de receptores que recogen la información del medio, la procesa y genera comportamientos que nos permiten adaptarnos a ese mundo percibido. Conducir ese potencial de una manera adecuada, para que la adaptación e integración al medio también sea la adecuada, la que nos permita sobrevivir y ser más felices, es el papel de la educación. La educación se encarga de conducir ese potencial con el que venimos diseñados cada uno de nosotros. Nuestras experiencias de relación con los demás y con el medio es lo que nos educa: la familia, la escuela, los amigos, los vecinos, la televisión, el cine, la literatura, las redes sociales, los videojuegos,... 

En términos cerebrales, según las últimas investigaciones en neurociencia, el cerebro tiene plasticidad, va cambiando estructuras según lo que aprendemos o desaprendemos de todas esas experiencias. Eso quiere decir que podemos aprender a lo largo de toda la vida y también que podemos conducir el potencial de un niño, su talento, con el que viene de serie, en la dirección más adecuada para su adaptación. Es posible educar nuestro cerebro para que gestione también sus emociones. Y eso se hace tomando muy en serio los programas y proyectos que se deberían de emplean en los centros educativos. Haciendo una gran distinción a aquellos que recojan en su currículum educativo, programas y proyectos de educación emocional, de calidad, dirigido a niños, padres, profesores y maestros. La educación emocional debería ser una asignatura al igual que lo es la educación artística y la educación física.



¿Porqué? ¿Porqué de una educación emocional? ¿Y cómo podemos aprender a ser inteligentes emocionalmente?
Como se sabe, en todo ese entramado y complicado sistema de receptores para poder percibir el mundo, entran en juego, tomando un papel principal, nuestras emociones, que son las que nos guían de una manera protagonista en las decisiones y comportamientos.
Ante una emoción de miedo cada persona tendrá un comportamiento diferente, ante el mismo estímulo, ante la misma situación de miedo. Y lo hará en base a su Inteligencia Emocional. Hay quien atacará, otros huirán y otros permanecerán inmóviles. La manera de saber cuál es la mejor opción para preservar mi supervivencia, qué acción debo realizar, es en primer lugar el ser consciente de mi miedo, saber que lo que siento es miedo y no otra emoción. Saber regular mi miedo, no exagerarlo ni anularlo. Ser honestos con nuestras emociones y saber captar las de los demás. Reconocerlas en definitiva y saber gestionarlas, regulando las negativas y reforzando las positivas, y poder hacer lo mismo con las emociones de las personas con las que nos relacionamos. Todo ello nos beneficia a unas y a otros. A tener relaciones más sanas. A tener mayor salud tanto física, como psicológica, como social. A mayor inteligencia emocional en cualquier edad, menores problemas en todos los ámbitos de nuestra vida. Aprender a ser inteligentes emocionalmente, cuesta menos de lo que pensamos. Solo tenemos que desearlo. Querer evolucionar como seres humanos. No seguir siendo un mono en pleno siglo XXI. 
Para prevenir problemas que se dan en la actualidad.
Las reacciones ante un estímulo de miedo a veces generan problemas de violencia en esta sociedad actual. Pero queramos o no hemos evolucionado. Ya no tenemos que matar animales para sobrevivir. Hemos descubierto remedios para alargar la vida combatiendo cada vez más enfermedades, algunas han llegado a desaparecer. La ciencia avanza. Nuestro cerebro avanza. La ciencia ha avanzado gracias a personas con cerebros muy evolucionados, que han sido capaces de dar un salto en la evolución. Nos han hecho la vida más fácil con sus descubrimientos y sus investigaciones científicas. Hemos evolucionado con ellos. Ahora ya no nos sirven algunas reacciones emocionales, las mismas que nos han hecho llegar hasta el año 2013.
Muchas personas viven en un tremendo hervidero emocional que nos les deja vivir. Hay personas que se suicidan. Otras se autolesionan. y otras, con su pesimismo exagerado se hacen daño a si mismas y a los que tienen a su alrededor... y no porque quieran, sino porque no son felices ni encuentran el motivo para serlo. Cuando el único motivo que tenemos de ser es el ser felices. Pero muchas, muchas, veces cuesta, y es porque falla la educación. La educación emocional, que es lo que nos guía. 
Y podría seguir hablando muchas horas sobre el tema de la educación emocional y de la IE, pero por hoy lo dejo aquí. Un tema que me apasiona y del que me siento con la necesidad de seguir aprendiendo.
Por último recomendar un libro que puede ser útil para trabajar la inteligencia emocional en adolescentes. Es una guía para mejorar la inteligencia emocional en los jóvenes, en la que he podido saber que los primeros en acuñar el concepto de IE fueron los científicos sociales Mayer y Salover, en 1990, y no Daniel Goleman, como yo creía, que revolucionó el concepto posterior a esa fecha (1995) y no cuenta con las investigaciones científicas de éstos, los verdaderos precursores de la IE. 




domingo, 28 de julio de 2013

lunes, 15 de julio de 2013

Videojuegos, estereotipos y educación.

Los videojuegos son juegos y algo más, pero sobre todo un videojuego es un juego. El mundo del videojuego es poco conocido, y como todo lo que se conoce poco, alimenta una serie de estereotipos en la sociedad.



Entorno al concepto de los videojuegos se han creado tres estereotipos. El primero es que los videojuegos son una pérdida de tiempo y que además son violentos. Es verdad que hay videojuegos donde está presente la violencia, al igual que lo está en nuestra sociedad. Hay también cine donde se observan conductas violentas. Familias más o menos violentas. Países en guerra y reyes que se van a cazar elefantes. Como ocurre con todo, depende de la utilidad y uso que le damos a las cosas. En los videojuegos violentos, que no todos lo son, ocurre lo mismo. De hecho hay opiniones que dicen lo contrario y que justifican que el uso de videojuegos violentos reduce la agresividad en los usuarios. Tanto el estereotipo negativo como éste último, cabría justificarlos con mayor precisión, y mirar no sólo al videojuego, sino al usuario y a los educadores o familias de usuarios.


El segundo estereotipo se da sobre la elección difícil que presentan los videojuegos. Es cierto que es difícil elegir con qué videojuego jugar, qué videojuegos son verdaderamente buenos, pero también es importante saber seleccionarlos para tener experiencias gratificantes. Para saber qué juegos elegir hay disponibles muchos recursos en la red: críticas, videos, guías del juego… Para uso educativo se están investigando diferentes videojuegos sociales para una posible introducción en las aulas. De hecho esto es el futuro.
El tercer estereotipo parte de la idea de que los videojuegos son demasiado absorbentes. Es cierto que lo son, por su carácter apasionante. También  son apasionantes la ciencia, el cine, la literatura. Jugar a videojuegos está unido a sentimientos de bienestar, control, y otras emociones positivas. Jugar es una actividad agradable y reforzante en sí. Además, los videojuegos emplean un sistema de refuerzos similar a la pedagogía conductista, con refuerzos positivos y castigos, que lo hace más motivador, de ahí su fuerza educativa. Pero esta fuerza motivadora que tiene que ver con el sistema de gratificación que utilizan los videojuegos, en algunas personas (no en todas) se da el fenómeno de la adicción a los videojuegos en redes sociales. Cabe destacar que como en todas las actividades hay un potencial negativo y positivo, “potencial” ya que depende del jugador, que expande el juego e interpreta los mensajes que le da. Entonces se habla de abuso, adicción o conducta compulsiva, cuando el uso adquiere un perfil de dependencia psicológica o biológica, que te impide llevar otras actividades con normalidad. El jugador le da un mal uso o no es un juego adecuado a sus características personales. Un fenómeno en el que todavía no se han puesto de acuerdo los profesionales de salud ni la OMS, en declarar si se trata de un trastorno, una conducta adictiva o compulsiva. Los psiquiatras tampoco se aclaran entre ellos. Lo que parece quedar claro es que los videojuegos no son los causantes de estas conductas de abuso, sino más bien la actitud, educación y valores del jugador. Quién lo usa y cómo lo usa.
Los videojuegos, en contra de lo que se quiere trasmitir de modo negativo, son sobre todo un gran recurso educativo y formativo, por su fuerza de motivación y por las competencias y habilidades que se pueden generar con su uso, y el de poder interactuar con otras personas. Por lo tanto el videojuego es un juego que ofrece la posibilidad de interactuar, aprender, desarrollar habilidades y generar destrezas. Permiten educar de una manera fácil. Por esta razón se están estudiando e investigando por parte de varias personas vinculadas a la pedagogía, sociología, psicología, como también por académicos y diseñadores profesionales. Sobre estos estudios ya hay algún camino hecho que justifica el poder educativo y de transformación social que nos pueden ofrecer los videojuegos, por lo que es muy aconsejable que entraran a formar parte de los recursos educativos de las aulas, de las universidades y de cualquier otro contexto formativo o educativo.

 Bibliografía: